La Ciudad de México tiene varias joyas arquitectónicas que datan de siglos anteriores, tal es el caso de la Catedral Metropolitana, cuyo interior, aparte de contener pinturas y esculturas religiosas de inmenso valor cultural, guarda un terrible secreto que fue hallado en el siglo XVII y que es conocido como el Sepulcro Maldito de la Catedral Metropolitana.
Cabe recalcar que la primera Catedral comenzó a construirse en 1525 por órdenes de Hernán Cortes, edificándose sobre el templo azteca del Dios Huitzilopochtli; posteriormente, debido a la necesidad de edificar un sitio religioso de mayor proporción y majestuosidad para una ciudad que iba en aumento, se decidió remodelar la Catedral, derrumbando la anterior.
La Leyenda del Sepulcro Maldito de la Catedral Metropolitana de México
La historia del Sepulcro Maldito de la Catedral Metropolitana de México comienza en el año 1629, cuando las obras de remodelación de la nueva catedral estaban en proceso aun pasando por varios obstáculos y dificultades que impedían su construcción.
Uno de esos impedimentos fue una terrible lluvia que provoco que la catedral y la sacristía, que estaban en restauración, fueran inundadas, provocando la histeria y nerviosismos entre los clérigos, pues varios de sus objetos quedaron dispersos entre el agua enlodada.
Entre la búsqueda de sus pertenencias, los frailes Tomas de Salazar y Miguel de Aviña distinguieron entre la poca luz que alumbraban sus velas, un sarcófago que sobresalía de una de las paredes de la catedral.
Inmediatamente avisaron al padre superior de este hallazgo; quien al no saber que hacer con ese sarcófago, considero oportuno moverlo a otro lugar con mayor altura y esperar a que el nivel del agua bajara para examinarlo mejor.
Los días pasaron, fue entonces cuando el padre superior pregunto a los frailes si recordaban el lugar exacto en donde habían visto el sarcófago por primera vez, pero los frailes comentaron que era imposible saberlo pues ese día todo estaba inundado y era de noche.
Esa misma tarde, los frailes Tomas de Salazar y Miguel de Aviña se encargaron de limpiar el sarcófago para poder descubrir el nombre de la persona que estaba dentro y la fecha en la cual había falleció; sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano, pues al estar limpio, no encontraron algún dato inscrito en éste.
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Debido al cansancio, Fray Tomas decidió sentarse por unos minutos encima del sarcófago, pero enorme susto se llevo al sentir que algo o alguien le jalaba su hábito. Su compañero, Fray Miguel le pregunto si algo le ocurría, pues fue evidente su cara pálida al estar sentado y reincorporarse de un salto.
La respuesta que dio Fray Tomas fue que se había picado con un clavo, que seguramente estaba en el lugar por la construcción. Era evidente que no quería alarmar a su compañero con lo que él pensaba eran alucinaciones, sin saber que realmente estaba cerca del Sepulcro Maldito de la Catedral Metropolitana.
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